martes, 26 de enero de 2010

El día que el Paraná lloró

Desafío en mente pudiste marcar el camino, esperanza mediante despertaste con luz que asechó sombras. Entonces empezaste a perseguir aquel sueño.
El sol no cegó tu entusiasmo y arrojaste un cúmulo de energía al río amado.
Fuiste cómplice de su baile alocado y jugaste con él.
La transformación que solo la naturaleza entiende generó una batalla inhóspita.
El cielo permanecía inmune como si no fuera a entender, sin embargo fue testigo de aquellas heroicas brazadas.
Un tronco se opuso en tu andar para vedar aquel pacto de hermandad.
Y los matices que entorpecen la razón se adueñaron de miradas sin rumbo.
Luego la calma de un tibio abrazo generó alivio.
Ahora el tiempo y el espacio ya no son obstáculos para las carreras que vengan.
Ya sos el ganador, el heroísmo te ha coronado desde hoy y para siempre.

viernes, 20 de marzo de 2009

Mensajes de corazón abierto

¿Puede un hombre ser leal, fuerte, optimista, luchador y a la vez un romántico, melancólico, sensible y pasional en distintos terrenos de la vida?
La respuesta es afirmativa, y el claro ejemplo es él.
El hombre que dedicó sus días a la educación de jóvenes en un pequeño pueblo que fue testigo de cómo enfrentaba sus cruzadas diarias con la responsabilidad y fidelidad que lo caracteriza. Sin embargo no solamente era un maestro de aula, eras un profesor guía y experto en caminos existenciales de la vida. Sus hijos y nietos son sus mejores alumnos, y como tales conocen la consigna que tienen por delante: crecer y seguir creciendo con son sinceridad, pasión y amor.
Es muy difícil encuádralo en breves líneas, pero estoy orgulloso de su característica principal: Un luchador. Su vida es una constante batalla pendiente, y él busca enfrentar a cada situación que a veces nos pone en jaque, no existe eludir a la adversidad porque goza de todas las herramientas y armas necesarias para derribar cualquier barrera.
La constante búsqueda de materias pendientes para que sus hijos y nietos sigan aprendiendo es el deber de estos días, la escuela quedó atrás pero está construyendo un castillo lleno de amor y felicidad, y que por fuera es un fuerte acorazado de ética y principios.
Pero no hubiera gozado de todo lo que consiguió sin su par, la luz de su vida, su guía, su compañera, su querida y amada esposa. El amor que lo despierta cada mañana es el motor que se enciende para disfrutar un día más con la mujer de su vida. Verlos juntos y entender que dos personas se pierden en sus respectivas miradas esbozando ternura llena cualquier alma de esperanza.
Los latidos de su corazón son protagonistas de las luchas ganadas ante una mínima adversidad, cualquiera sea el tiempo y espacio. La fortaleza que construyo es el bien mas preciado; son sus hijos y nietos que lo colman de orgullo y felicidad por cada paso que dieron en su vida.
Es por eso que me doy el gusto de hablar de él, de un ejemplo de vida, mi querido abuelo Hugo Edgardo Encina. A él le debo las gracias por hacerme encontrar un muy buen refugio en las letras, y también le debo la vida feliz que llevo gracias a la educación que tuvo el ser más admirable, mi querido viejo.
Felicitaciones por el reconocimiento a la hermosa creación de un trabajo de muchos años, “Mensajes a cielo abierto”. (mención y determinación del ministerio de cultura como libro de interés educativo). Otra batalla superada.

martes, 10 de marzo de 2009

"Locos" y Locos

¿Quién está loco?
“Locos” son los que están internados en el Borda. Esta gente que por tristeza se metió en un hospital para estar medicada y aislarse de este mundo lleno de locos.
¿Estamos todos locos? Recién me dí cuenta de lo que acabo de escribir en el párrafo anterior. A ver, los “locos” se encierran en un loquero para no rodearse de gente loca. Entonces los “locos” creen que nosotros estamos locos. Que locos están.
Como pueden pensar que nosotros estamos locos si llevamos una vida normal. Lo único que hacemos es educarnos, trabajar, relacionarnos con gente para pasarla bien y ser buenos en lo que hacemos.
Muchos padres mandan a la escuela para que sus hijos sean educados, para así desligarse de la responsabilidad de educar. Conozco casos de pequeños que pasan más de diez horas dentro de una institución que prepara a futuros empresarios, médicos y abogados exitosos. Estos padres sí que están locos, y sus hijos serán también unos locos.
Mientras camino por la calle veo a gente de muy mal humor porque para ir al trabajo los medios de transporte están saturados, no hay monedas y todo es un caos. Entonces prefirieren aislarse y escuchar música que no te deje pensar hasta que llegan a sus respectivos trabajos, ahí si que todo cambia; es ese el lugar de relajación, porque nadie te molesta, cada uno está en la suya. Los trabajadores están re locos.
Aquellos que esperan con ansiedad el fin de semana para relacionarse con amigos/as para salir, rodearse de multitudes, emborracharse y drogarse; se pasan de locos.
A otros no importa quien esté a su lado lo único que quieren es ser mejores que ellos, aprender (o no) para destacarse. Este mundo esta lleno de gente tonta entonces esperan aprovecharse para sacar ventaja y tener la tarjeta de crédito con más margen para gastar y seguir gastando. Evidentemente a estos locos no les importa nada.
Por suerte es poca la gente que vive así, nosotros lo que no estamos locos vivimos tranquilos aunque nos gobierne gente loca, o que toleremos las guerras, la injusticia, el egoísmo, la necedad y la mentira.
Perdón, sí estamos locos. Por tolerar todo y por ser parte de este mundo lleno de locos. Este mundo que encierra a los “locos” en un hospital psiquiátrico para que no sea un estorbo a los avances del mundo loco.
En un mundo lleno de “locos” gobernaría la inocencia y nuestro todo sería más justo. Nosotros estamos locos. Los “locos” del Borda están a salvo por no rodearse de tanta gente loca.

viernes, 27 de febrero de 2009

Un día único como tantos otros días

Te busca Gastón, despertate!. Está afuera, atándose los cordones, quiere mostrarte las zapatillas nuevas. Palabras textuales de mi mamá en una mañana de verano (vaya a saber de que año).
Recuerdo esas vacaciones como si fuese ayer.
Nada era más importante que estar en la vereda con mis amigos preocupados, esperando aquella iluminación, “el qué hacer”.
Los rayos del sol alumbraban nuestras cabezas, las gotas de traspiración recorrían nuestro rostro, algunos de los míos se limpiaban esa gota de agua, otros la dejaban correr. Sin embargo todos estábamos pensando en ese divertimento que iba aplastar esa incertidumbre. Sentados en alguna sombra, debatíamos si era mas entretenido andar en bici, jugar a la pelota o ir a la casa abandonada.
No me acuerdo cuanto tiempo pasó, seguramente no más de una hora, hasta que la pelota fue la protagonista de esa mañana calurosa. A medio inflar la redonda fue golpeada una y otra vez por almas desesperadas que anhelaban un gol. Nadie quería parar, los arcos estaban puesto una vereda frente a otra, el movimiento del barrio era escaso, y gracias a ello no teníamos a nada que interrumpa nuestro partido; tal vez algún auto pasaba muy despacio pidiendo perdón, estaba claro que ese era nuestro lugar.
Las calles de mi jurisdicción hacían inútil las pruebas de los mejores calzados deportivos, y las medias si eran blancas se transformaban en rojas, automáticamente. Pobre del que caía en ese empedrado, con seguridad se quedaba con alguna rodilla pelada, la herida que pasaba a ser una simple marca de batalla.
Algunas ventanas fueron golpeadas una y otra vez por el futbol, pero nunca pasó a mayores. Las hojas de los árboles, arco de nuestro encuentro futbolístico, fueron víctima de esas saetas con mala puntería, y el arquero del otro equipo tenía que esquivar ese llanto banco de la inocente hoja lastimada.
Los partidos siempre eran parejos, cambiábamos algunos jugadores en caso que algún equipo tuviera una ventaja importante, no había problemas por el resultado, todos cooperábamos para que todo sea más equitativo.
Pero cuando se acaba, se acaba. No hacía falta que suene el silbato para que termine el encuentro, con el grito de cualquier madre la pelota dejaba de circular, era mágico.
Se terminaba el partido y no importaba, todos los protagonistas descansábamos y no pensábamos en irnos a nuestras casas hasta que nos lleven de los tirones. Estaba escrito quienes iban a ser los últimos dos o tres que se quedaban en la calle, sin embargo ellos no corrían con ventaja, la siesta lo encontraba encerrado en su casa hasta que sus padres se dignen a dejarlos ser libres, otra vez, como esa mañana.
Esa mañana de verano que recuerdo todos los días, tan común como tantos otros días.
Nota: El tiempo verbal esta utilizado de tal manera para demostrar que no solo fue un día al que recuerdo puntualmente, sino que era muy común como tantas otras mañanas.

jueves, 19 de febrero de 2009

Un triste despertar después de ver la evolución

Hoy volví de unos años adelante. Les voy a contar lo que ví:
En mi paseo por Egipto encontré a las pirámides, no se dan una idea de lo linda que están, ya dejaron de ser esas piedras insignificantes, ahora es un parque de diversiones lleno de montañas rusas en su interior, y además tienen un tren fantasmas con unos cuerpos encintados que te dan un miedo bárbaro. Pero eso no es todo, también encontré una sala para mayores que te encierran en algo que le dicen tumba y te proyectan imágenes de unas mujeres vestidas ridículamente, que poco a poco se van desvistiendo hasta quedarse desnuda en su totalidad.
Después pasé por el Mac Donlads de Nueva York, el más grande del mundo, un deleite. La gente se sentaba en la mesa sin una solo bandeja, porque lo que te vendían unos tubos, con varios motivos, (en mi caso elegí uno de Shrek 48) y estos dispositivos si apretabas un botón salía una maguerita que se te metía en la traquea para largarte poco a poco el liquido viscoso que te alimenta y nutre a la vez. ¿No es increíble? Ni siquiera tenés que agarrar con la mano ni ensuciarte la boca.
Como estaba cerca decidí y a ver la casa matriz de Google. Ah no, no no no. Es lo mejor que me pasó en la vida, millones de personas sentadas frente a una pared blanca sin ningún papel alrededor. Solamente gozaban de un aparatito, muy parecido a lo que se llama pen drive, enchufado al parietal derecho y con unos anteojos de vidrios negros. Todos estaban desnudos porque ese es el lema de la compañía “aquí se viene a trabajar como quiere”. Lo más loco es que en su tiempo de descanso lo único que tienen que hacer es dar vuelta la silla y ponerse otros anteojos, unos con vidrios rojos, osea no se mueven en todo el día, es buenísimo. Aparte no hay árboles ni nada de eso, simplemente en el núcleo del edificio hay un aparato gigante que tiene cables por todos lados y castiga a quienes no están trabajando.
Ah, y la Estatua de la libertad cobró vida. Ahora ella se encarga de decidir quien entra y sale de su país. Me contaron que insertaron en ellas los genes del aparato republicano de los años 1900 hasta el 2500. Si bien no sale de su lugar porque puede haber un conflicto internacional, ella se mueve para bajar, de un manotazo con llamas, a los barcos voladores que tratan de entrar a Estados unidos sin la Visa electrón.
Como ya estaba medio cansado volví a Latinlandia y pasé por las ruinas de Machu Pichu, cuando llegué lo primero que pensé es por fin le dieron utilidad a estas piedras. Hayyyyy, estaban tan lindas, toda alfombrada con cuero de cazadores africanos, una hermosura, y eran parte del Village cinema. Las películas tardaban un montón, pero como te dan los tubos de Mac y los asientos tienen otra manguera que se te inserta en la cola, no hace falta que te muevas. El estreno de ese momento era: “El curioso caso del Hombre de 2000”, una comedía que se ríe de la vida miserable que llevamos nosotros, tardaba cinco días la peli.
Pero como ya había visto muchos cambios, no me animé a pasar por Argentina y decidí despertarme de este lindo sueño que tuve para ser parte nuevamente del letargo social actual.
Dedicado a quienes creen que la revolución esta en los teclados y no en su cabeza.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Precipicio para dos

-¿A donde vamos?

-Allá. A ese lugar donde el flaco (Spinetta) suele inspirarse. Ahí, en ese campo en el que podemos descansar y mirar el cielo deleitándonos con sus estrellas.

-¿Será en un bote, un descampado al aire libre, qué es?

-Espera un poco, es lo que venimos a buscar, aguantá. Quedate tranquilo, es nuestro espacio.

-Pero… ¿Ya llegamos, no falta mucho?

-Ey, disfrutá un poco de este viaje. No nos vamos a morir por mirar por la ventana

-¿De que estás hablando? Acá no hay ventana.

-Arriba de tu hombro derecho vas a ver el cielo. ¿Lo podés divisar?

-Claro, pero… no estamos en un auto, ni nada que se parezca, no hay ventanas. ¿Acaso no estamos caminando?

-¿Viste la mochila que tenés en tu espalda?

-Sí, claro. Está muy pesada, y la verdad es que no quiero seguir caminando con todo este peso.

-Bueno eso significa que estamos de viaje. La ventana es una representación de la costumbre que tenemos de ver todo sentado arriba de un coche, avión o lo que sea. Seguramente, si tu mochila no te pesa y si no encontrás un marco para entorpecer la vista, quiere decir que estás disfrutando de una simple vivencia. Los viajes no son viajes si no hay vivencias.
Experiencias, de eso se trata.

-No entiendo, no entiendo nada de lo que me estás diciendo.

-Disculpame, no se ni que te dije, estaba mirando el ocaso que se acaba de ir...

A diario nos encontramos con simples conflictos cuando dos o mas personas emprenden alguna modesta vivencia, en este caso mientras el sol se escondía detrás de una triste precipicio. Esta
situación, se desarrolla en un escenario superfluo. La idea de estas lineas es mostrar tipos de perspectivas muy distintas y conceptos distintos de como disfrutar un viaje, asi sea minimo en insignificante el destino.

viernes, 6 de febrero de 2009

(En blanco)

No se me cae una idea, pero tengo que hablar necesariamente de lo feo que es sentarse frente al ordenador cuando no tenés como adornar el blanco de la pantalla.
Siempre me pregunto cómo empezar, y seguido a ello tipeo palabras sueltas para ver que sale. Hay momentos en que lo que escribo carece de todo tipo de sentido, sin embargo me gusta escuchar el sonido del teclado y trato de ponerle un ritmo al golpear las teclas con los dedos. Pienso en lo difícil que se tornaba la escritura décadas atrás cuando la Olivetti era todo un estandarte, y en esa época si que el dedo cumplía un trabajo mayor.
Sigo. Pero no se como rellenar el espacio. No me voy a poner a contar las veces que en las hojas de un cuaderno tapa dura escribía canciones o frases que eran obsoletas al día siguiente. Recuerdo como me arrepentía de las banalidades a las que me refería y la vergüenza que me daba tener eso cerca mío. Hoy me arrepiento totalmente de haberme deshecho de esas reliquias que describían algún estado emocional de una adolescencia rica y llena de matices. En ese entonces, cuando la hermosa estupidez era el núcleo circundante de mis días, no me costaba sentarme en la mesa o tirarme en la cama a recriminar al mundo que nos rodea con el lápiz y el papel como caballo de batalla.
No era mi intención tener una regresión, perdón. Lo que pasa es que no se como seguir con esto de las palabras, letras, oraciones. Es complicado.
Nunca me voy a olvidar el día que tuve que escribir para un trabajo sobre una experiencia relacionada con un viaje (pseudo crónica). Estuve sentado frente al monitor aproximadamente 2 horas sin escribir una sola palabra, tenía toda la idea. Pero empezar era tedioso, el cenicero estaba lleno de cenizas y colillas, el mate estaba lavadísimo y mi cabeza desorientada. Después de un tiempo las palabras empezaron a salir y terminaron siendo unas lindas líneas cargadas con alto grado de emotividad.
Bueno, basta. Ya está.
No puedo escribir nada, no se me cae una idea. No se como empezar
¿Sobre qué y de qué manera?
Borro todo entonces.